De robots y otras yerbas
Concurrí a la bella isla latinoamericana atraído por una cita histórica para el CIAT con la promesa de un título: El factor humano: el cerebro de la administración tributaria (Selección, gestión y capacitación de los recursos humanos).
Gran sorpresa me llevó escuchar que algunas administraciones atienden las expectativas de sus operadores para perdurar 30 años en su vida activa; que mantienen generaciones envejecidas desactualizadas para extrapolar experiencias superadas y relatarlas a las nuevas generaciones de diseñadores, científicos de datos e ingenieros o que destinan presupuesto a su adaptación a las últimas tecnologías que sustituyen los procesos obsoletos.
Siempre he creído que las garantías ilimitadas de estabilidad por la administración a sus funcionarios o la utilización de sus instalaciones para guarderías de sus niños constituyen aportes de humanidad que en si mismos no aportan a la esencia de su gestión para enfrentar un futuro tan cercano como amenazante para la sociedad.
La burbuja de confort o el espacio para las larvas terrestres era la opción para Ray Bradbury para quien el futuro estaba más cerca allá por los 1953…
Ni que decir de alguna administración que “congeló” personal con malos antecedentes o indicios sospechables para poder superar disposiciones que les blindaban su estabilidad laboral. No existe justificativo valido para que una organización destinada a controlar comportamiento tributario, mantenga planta humana con indicios de comportamientos ilícitos porque los vericuetos legales de contratación les impide desprenderse de ellos.
No recuerdo en cambio, haber escuchado mención a las restricciones que oponen viejos procesos como los que a menudo se utilizan en la cobranza administrativa o judicial y que imponen mantener un factor humano detenido en el pasado para recuperar el crédito perdido.
Pareciera que el envejecimiento de la planta, las corrientes modernas de género, la felicidad de los operadores o la definición de las líneas de carrera preservantes de la estabilidad laboral, representan mayor preocupación a ciertas administraciones que la informalidad que corroe la gestión institucional a su vista y paciencia y la tecnología que requiere su disuasión.
Algunas observaciones de Raúl Zambrano en su blog, motivaron algunas reflexiones que paso a relatar.
A lo largo de mi vida profesional tuve la oportunidad de asistir a la más importante transformación de la actividad humana, desde la revolución industrial, el desarrollo de la electrónica, la inteligencia artificial, la ingeniería del control y otras que han contribuido al origen de la robótica y fundamentalmente al internet. En ello crecieron mis pensamientos y expectativas para un futuro utópico.
Desde los inicios profesionales en la administración, una síntesis tal vez excesivamente rigurosa de mis pensamientos, me confundía: es la obligación tributaria quien se encarga de la recaudación de tributos, las administraciones solo transfieren los montos aportados a la Tesorería y dedican sus actividades a disuadir el incumplimiento de tal obligación, sustentándose en tres férreas columnas funcionales: la información, la interpretación y el control.
Información para responder a los requerimientos de la programación de la Tesorería de Estado; control para comprobar la veracidad del aporte y disuadir el incumplimiento e interpretación para aclarar opacidades del instituto legal que define las obligaciones.
Así comencé a soñar:
Utopías sin lugar a dudas -o tal vez no tanto- sin embargo, la tendencia actual de las administraciones y su proyección al futuro, podrían impulsar una conciencia administrativa en la cual la sintaxis en las definiciones del orden legal, las políticas orientadas al cumplimiento voluntario de las obligaciones y la tecnología para soportar la información para la Tesorería de Estado tendrían el protagonismo principal en un proceso de cambio que llevara a disminuir la discreción humana en la institución.
Pero la realidad es otra, las funciones básicas de las administraciones están viciadas de procesos manuales que requieren para su operación dotaciones numerosas y escasamente capacitadas, que incorporan a los errores propios de la información que los alimenta sus propios errores y convierten la validación de consistencias y congruencias en penosos obstáculos al cumplimiento de los objetivos institucionales.
En la actualidad las administraciones pueden encontrar en el mercado tecnología robótica con capacidad de sustituir la mano de obra humana menos calificada, de algún modo lo han hecho, así podríamos recorrer sus procesos:
La función de cobranza es otro capítulo, para muchos países de la región la participación de la robótica en ella es muy limitada, no son muchas las administraciones que tienen capacidad coactiva para recuperar por sí el crédito perdido, para ejercer sus derechos deben recurrir a obsoletos sistemas judiciales limitantes de las posibilidades de cobro. Millones de deudas por diferencias y sanciones, se acumulan en algunas administraciones sujetas a penosas acciones de confirmacion de saldos morosos, persuasivas al pago o archivadas en lúgubres almacenes de las secretarias de los juzgados.
La cobranza – única y verdadera función de efectividad para el recupero del crédito – aparece en varias instituciones, atascada en un laberinto de errores -si no de intereses- en los que los hombres tienen mayor protagonismo que los sistemas y los procesos recaudatorios.
De todos modos, parece claro que el mar en que han comenzado a navegar las administraciones está repleto de corrientes tecnológicas que tienden a sustituir la mano de obra de menor calidad por otra más especializada derivada de la creación y abastecimiento de tecnología, para el mantenimiento de los procesos en marcha.
Las naves espaciales suelen cumplir mejor sus objetivos de navegación cuando no se las tripula.
La gestión debe apoyarse en sistemas y procesos que requieren conocimientos y creatividad de profesionales que lleven a las administraciones a anticipar una gestión virtual desprendida de los viejos procesos manuales que, operados por elementos a veces con más derechos que obligaciones, deben ser sustituidos en la ininterrumpida sucesión de los avances tecnológicos por otros profesionales de capacidad distinta.
Todo mi respeto para aquellos seres humanos que participan en las actividades de recaudación de impuestos y orientan sus vidas profesionales en beneficio de la sociedad, actualizándose en los sistemas de comunicaciones o en servicios apoyados en tecnología que el hombre va desarrollando y estimulan a la población joven a emularlos.
Creo haber entendido tu mensaje Raul, CIAT contribuye a la metáfora del robot, muchas administraciones han avanzado y sus tendencias auguran un porvenir mejor.
A partir de la globalización y los acuerdos de información tributaria, “la tierra es plana” y no requiere ser recorrida por auditores, la robótica podría encargarse de ella.
He de recordar por siempre en la vida, la presencia histórica del CIAT en la bella isla.
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1 comentario
Jose Luis una abrazo, la última vez que nos vimos fue en el exterior.