Como en Camelot, en Lisboa (ii)
Una pregunta sencilla
Si usted podría decidir si el mecanismo para presentar declaraciones vía electrónica debe ser un programa que se descargue en un computador y que corra por sí mismo, o si debe operar directamente en un navegador, sin descargar software, ¿qué opción tomaría hoy?
La respuesta, sin duda, depende de muchos factores. Dos de estos factores son comunes a otros ámbitos de nuestras vidas: la tradición y la moda.
La tradición marca costumbres arraigadas que pueden, por ejemplo, expresarse con frases tales como: «siempre se ha hecho así» y «eso acá no funciona porque la idiosincrasia de nosotros no lo permitiría…» que se complementan muy bien con ese «para qué arreglar lo que no está dañado». En resumen, la tradición nos demostrará que si usted está acostumbrado a una aplicación que se descarga todos los años, más probablemente responderá que la aplicación independiente es mejor porque le da algunos beneficios como requerir conexión solo en dos momentos, al descargar el software y al transmitir; porque puede incorporar lógica de validaciones y cálculos automáticos, o porque el usuario podrá «jugar» con sus declaraciones en su ambiente antes de enviarlas y conservar copias de todas sus declaraciones en su propio entorno; o porque así disminuirá la necesidad de procesamiento en línea el día de vencimiento. Si por el contrario, usted está acostumbrado a declaraciones que se proponen, modifican y confirman en la Internet, probablemente dirá que ese es el camino correcto porque así podrá proponer declaraciones, validar saldos, soportar diferentes ambientes, incluyendo Linux y Mac, evitar problemas de instalación de software y mantener un modelo muy estable entre un año y otro.
En realidad, todos buenos argumentos, pero no determinantes. Aplicaciones descargables podrían hoy, por ejemplo, vía servicios Web, consultar en línea los mismos saldos. Las aplicaciones en página Web pueden, utilizando JavaScript y Ajax, realizar las mismas validaciones y cálculos automáticos, y se pueden almacenar en la Web, borradores para jugar y permitir descargas de declaraciones en PDF u otro formato, disponibles para consulta posterior aun desconectado.
La moda, que según muchas y no pocos, no incomoda, en materia de tecnología nos ha traído y llevado de un lugar para el otro; como el largo de la falda que ha ido para arriba y para abajo, para solo volver a subir. Cada regreso, eso sí, con otras texturas, otros cortes y otros accesorios. Los chips eran cada vez más complejos, y luego pasamos al RISC(1) y hoy, son otra vez complejos y más complejos con procesadores duales y cuádruples. Las primeras experiencias con virtualización ya las viví, a mediados de los 80, con el VM de IBM bajo el que se podía correr MVS y DOS (el otro DOS). Hoy, de nuevo hablamos de virtualización y con más fuerza, y no solo de servidores con hipervisores (¿se les puede decir así(2)?) VmWare hospedando Linux y Windows, sino también de clientes: en pequeña escala, dentro de cada máquina, o a gran escala con por ejemplo, CITRIX en organizaciones.
Ya pasamos del gran centro de cómputo, a los servidores distribuidos (¿se acuerdan del downsizing?) para regresar al data center. Claro que, hoy en lugar de una o dos grandes máquinas (algunas enfriadas por agua, ¿alguien se acuerda?) hoy se tienen decenas de servidores en gabinetes, que denominamos granjas, en formato de cuchilla(3); en lugar de las viejas controladoras de terminales 3270, tenemos switches de 1GB; y los discos que eran externos y parecían lavadoras, han vuelto a ser externos pero en SAN y conectados por fibra.
La moda diría hoy nos apuntarían en dos direcciones: primero, todo lo que se pueda llevar a la nube hay que llevarlo a la nube y segundo, las aplicaciones para dispositivos móviles, en particular las tabletas, son importantes.
Así, de la misma forma en que nos acostumbramos a que para acceder al correo no necesariamente se requiere un cliente de correo electrónico independiente y que Yahoo, Hotmail y Gmail ganaban popularidad con su servicio de correo consultado fundamentalmente por un navegador directo en la Internet; de la misma forma que hemos aprendido que para editar documentos y hacer hojas electrónicas no se necesita una herramienta de oficina en el computador y que Google Docs es suficiente para muchas cosas; en algunas partes se han acostumbrado ya a que las declaraciones se preparan en un navegador directamente en el sitio de la Administración y encuentran razonable el que se ofrezca en la nube, no solo la presentación de declaraciones sino, también, servicios de facturación electrónica y aún más paquetes contables para pequeños contribuyentes.
En resumen, una solución a la moda operaría en línea sobre un navegador (al menos en los más populares en sus versiones actualizadas), permitiendo guardar borradores, manejar versiones y descargar n veces los documentos a mi máquina. Pero simultáneamente se habrá desarrollado una aplicación para el iPad que se descargaría por el iTunes, o en la flamante Galaxy Tab que se descargaría desde el Market, que permita visualizar las declaraciones, mirar los borradores, consultar las últimas retenciones, efectuar un pago electrónico en el último momento posible antes de generar sanciones o intereses, o facturar electrónicamente las ventas de reparto, desde el camión, y con una conexión 3G.
En fin, moda o tradición: una interesante cuestión sobre la que conversaremos en nuestro panel sobre tecnologías de información, en le marco de la Conferencia Técnica, Lisboa 2011,
Saludos y suerte.
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4 comentarios
Espero que en esa “Tavola Redonda” se pueda llegar a direccionamientos que no dependan de simple costumbre. La nube y la internet son el tamaño de la falda actua
Oi Raúl,
Espero que corra tudo bem por aí.
Proponho um tema que poderia ser discutido por aí, aproveitando a presença de especialistas de vários países:
A afirmação do Nicholas Carr que «TI não mais importa», pensando numa «comoditização» das tecnologias da informação nas empresas privadas, também será válida para os governos e para as administrações tributárias em especial?
Abraço,
Hola Raúl,
Las alternativas propuestas tienen su valor en cada caso. Pero creo que la más flexible y eficaz para la mayoría de los tipos de declaraciones y de contribuyentes sería «una solución a la moda operaría en línea sobre un navegador (al menos en los más populares en sus versiones actualizadas), permitiendo guardar borradores, manejar versiones y descargar n veces los documentos a mi máquina».
Pero no me gustaría que esta solución estuviera hospedada en un servidor de la Administración Tributaria. Es decir, no me sentiría cómodo con mis borradores de declaraciones almacenados en la cueva del león (literalmente, en Brasil).
Que tal Raul.. espero que en Lisboa generen mas temas de discusión de manera que las Administraciones Tributarias tengan mas opciones para poder aplicar en sus propias actividades.
Respecto a la «pregunta sencilla» te puedo decir que es tan compleja como los recursos que disponga una administración, la práctica en cada administración, la confianza en la administración tributaria, los accesos que disponga, etc, etc.
Desde el punto de vista de la AT sería en línea la mejor solución ya que contaria con la herramienta de generación de la declaración en suis servidores y por lo tanto tendría confianza en la calidad de datos, la validación de algunos campos en línea, la actualización de la solución dependería unicamente de su propia capacidad de puesta en producción de la nueva solución.
Desde el punto de vista del contribuyente, tal como mplantea Antonio, es muy complicado convencer a éste de trabajar en línea, dejar sus borradores «depositados» en la administración para luego generar su versión final.
En los distintos proyectos que participe generalmente fue una decisión de las autoridades y la percepción que ellas tienen de la solución llegando a encontrar incluso ambas soluciones puestas a disposición del contribuyente con el sobre costo del mantenimiento de las soluciones.
Personalmente, como diseñador de las soluciones, ya me encontre con la falda larga, corta, abierta y varios modelitos que se puendan inventar donde lo único comun es tratar de obtener la mejor información en el menor plazo con el menor costo para el contribuyente, la administración y la imagen de esta última.
Un abrazo