El huevo o la gallina
Una vieja pregunta
Hace unos 10 años, cuando ingresé a la administración tributaria como verificador del régimen simplificado para pequeños contribuyentes, en mi relación con pequeños comerciantes, era usual escucharlos quejarse del mal manejo por parte de las instituciones públicas de los recursos del Estado. Estas personas, usualmente ajenas a los grupos de poder, no tenían conocimientos concretos de los hechos que originaban sus quejas, pero sí una fuerte percepción, basada en la relación de intercambio entre los impuestos que debían pagar versus la calidad de los servicios públicos que esperaban recibir. Al no cumplir estos servicios con sus expectativas, se generaba una cierta insatisfacción al momento de cumplir con sus obligaciones tributarias.
Si bien este relato responde a una experiencia personal, en distintas proporciones y por diferentes razones, esta situación suele replicarse en varios países, especialmente en aquellos en vías de desarrollo.
En los últimos años, las administraciones tributarias de América Latina han aportado su grano de arena para mejorar la situación planteada, invirtiendo considerables recursos en aumentar y mejorar los servicios al contribuyente. Estas mejoras, sumadas al desarrollo de estrategias para generar percepción de riesgo, tuvieron como resultado en algunos países la disminución de los costos de transacción y un consecuente incremento del cumplimiento voluntario.
Por otra parte, entre los aspectos negativos que influyen en el referido intercambio, las estadísticas tributarias de diversas organizaciones internacionales nos muestran que en los últimos años, en promedio, las reformas tributarias fueron ineficientes para la Región Latinoamericana, ya que generaron mayor desigualdad. Ello se comprueba al evaluar la evolución de los índices para medir desigualdad de ingresos, antes y después de las últimas reformas fiscales.
Esta situación de desigualdad, se profundiza al considerar los resultados de estudios que evalúan la calidad del gasto público en la región, los cuales arrojan resultados poco optimistas.
Luego de haber planteado brevemente el contexto Latinoamericano, me gustaría concluir con los siguientes interrogantes:
A pesar de los esfuerzos desplegados por las administraciones tributarias, son varias las razones que pueden ser utilizadas como “excusas” por parte de los ciudadanos para no cumplir con sus obligaciones tributarias. No obstante, me pregunto si en el marco de un Estado ideal, que no presente los inconvenientes planteados, el cumplimiento voluntario sería también el ideal. Considero que el cumplimiento voluntario óptimo es una utopía, ya que existen innumerables razones relacionados con la conducta de los contribuyentes, que son ajenas a la calidad de la gestión pública.
Las constituciones de los países obligan a todos los ciudadanos, bajo ciertos principios, a cumplir con sus obligaciones tributarias, no obstante, ¿qué ocurre si estos requisitos no se cumplen?, si los contribuyentes han mantenido un buen nivel de cumplimiento y demostrado confianza en las instituciones públicas y estos se siguen viendo defraudados, ¿que deberían hacer?.
Todos, en este ámbito, conocemos claramente lo que debe hacer el Estado para recaudar tributos, pero no tenemos muy claro las acciones que “efectivamente” puede tomar un “cliente” disconforme. Por ello me pregunto si en la relación denominada “dar para recibir”, quien debería aparecer primero luego de cientos de años de relación, ¿el fisco o el contribuyente?.
Al respecto, considero que debemos ser objetivos y tener en cuenta que ambas partes (fisco/contribuyente) tienen intereses legítimos y deben exigir sus derechos y cumplir con sus obligaciones. Por ello, mi respuesta a estos últimos interrogantes es que el contribuyente NUNCA debe dejar de cumplir con sus obligaciones tributarias, las cuales representan la columna vertebral del Estado para afrontar las necesidades públicas. No es la percepción del contribuyente la que debe condicionar el cumplimiento. Si así fuese, caeríamos en una especie de anarquía imposible de manejar por parte de los gobiernos.
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6 comentarios
En relación a su pregunta: ¿que debe hacer un contribuyente insatisfecho? primero, no utilizar falacias para justificar conductas evasivas. La primera falacia es justamente esta: que no quiere pagar por que el gobierno «es corrupto».
Se fuera así estaríamos justificando que podemos robar a uno si uno nos robara!
Lo que sí debe hacer el contribuyente insatisfecho con la acción del poder público es promover la lucha en la sociedad por la mejoría de la gestión publica, por la adopción de mecanismos de transparencia, de denuncias, por la aprobación de leyes de responsabilidad fiscal y de mecanismos de control interno, de tribunales de cuenta, y por la promoción de carreras de Estado, bien remuneradas, con garantías y deberes explícitos, dentro otras tantas medidas que pudiera mencionar de buena gestión gubernamental.
Lo que asusta es convivir en sociedades en las cuales si un vecino roba una gallina para comer, es un ladrón y, claro, no podemos permitir que un ladrón este entre nosotros! Pero si un roba a todos, roba a la sociedad como un todo, por la evasión tributaria, no le llamamos de ladrón y , mas que esto, muchas veces lo vemos como un modelo a seguir, o sea, el experto; mientras el que paga sus tributos es considerado el tonto.
Para concluir, aprovecho para repetir lo que sabemos , que el peor tributo, el mas injusto de todos es el que solo uno paga, o sea, la evasión es la que genera la principal forma de injusticia tributaria y la mas bruta forma de competencia desleal.
Y yo empezaría diciendo, hace 20 años, cuando ingresé a la administración y ni se hablaba del “servidor público”. Ese ingreso coincidió con la unificación de todos los números tributarios, ayudando a los aspirantes – pequeños comerciantes, artesanos y “gente de campo” – a obtener su clave única, cuando muchas de esas personas que pertenecían a estos sectores humildes no sabían leer y plasmando sus huellas digitales, porque ni siquiera sabían firmar, cuando aún se hacían filas interminables bajo el sol e incluso espantando buitres que intentaban ganar dinero con ellos, en realizar un trámite que era gratis.
Mucha agua bajo el puente ha corrido desde entonces. Y es verdad, coincido en un 100% en que un perfecto cumplimiento voluntario de los contribuyentes es una utopía. Sin embargo, creo que falta considerar una variable muy influyente: el comportamiento de los pares, es decir, este cumplimiento será menos voluntario cuando se observa a los pares incumplidores, y mucho más cuando esos pares incumplidores son más representativos en cuanto a aportes a la recaudación que los pequeños contribuyentes. Y no se corrige sólo con percepción de riesgo, sino con la efectiva sanción al incumplidor, es decir la efectiva fuerza coercitiva del Estado.
Creo que para que la percepción del contribuyente no sea la que defina cumplir o no con su obligación en relación a los tributos que debe afrontar, con todo lo que ello implica, debería comenzarse por implementar y/o maximizar acciones tendientes a lograr una conciencia plena en cuanto a la necesidad efectiva de los tributos como eje principal para el bienestar de la sociedad en general. Y ésto, no se logra de un día para el otro… sino al igual que cualquier formación importante en la vida de un ser humano lo requiere, debe comenzar en casa y luego de la mano de instituciones públicas continuar con la tarea de educar y formar desde pequeños, los contribuyentes deseables para una buena contribución en beneficio de toda la comunidad. Sólo con educación se corrigen tamaños desfasajes…
En efecto considero que debe haber mecanismos para que los contribuyentes puedan exigir una mejor aplicación de los recursos. Coincido plenamente con los datos estadísticos que mencionan que la desigualdad aumenta, existen ricos más ricos, y mas pobres, pobres. En méxico existe la figura del Salario mínimo, equivalente a 150 dólares mensuales, y el 50 % de la población del país gana esa cantidad, y los demás fluctúan entre 1 , 2 o 3 salarios mínimos. En un estado ideal, los empresarios son quienes deberían saber que bien pagado un trabajador, su rendimiento es superior, y si a esto se añaden premios por productividad, pues la economía de cada trabajador mejora, los sueldos que pagan no alcanzan, y lo peor es que los servicios que presta el gobierno, ya sean subrogados o en forma directa, no satisfacen las espectativas de los contribuyent
Hola Gonzalo
realmente esto es tan cierto en la realidad de mi país, pues lo primero que un contribuyente pequeño razona es que tal o cual institución no le presta el servicio que desea o con la eficiencia que desea, así es una tarea de largo aliento, internalizar en la cultura de los ciudadanos la necesidad del cumplimiento voluntario y oportuno de sus obligaciones tributarias, pues sin tributos no existiría Estado, muchos menos Estado de Derecho… y los reproches acerca del destino del gasto, deben ser analizados y/o discutidos en otras instancias… Saludos Cordiales,
En total concordancia con lo que expones Isaac, considero que los contribuyentes no pueden bajo ningún motivo dejar de cumplir con las obligaciones tributarias que les corresponde, pues eso sería un incumplimiento normativo tal como un asesino incumple una norma jurídica, solo que en el caso del asesino la consecuencia del hecho acarrea consecuencias graven contra la vida humano, pero hablando de manera objetiva, ambas situaciones son incumplimientos de norma. Es importante crear una cultura tributaria que enseñe que el cumplimiento debe ser lo primero, y que la contra-prestación no debe ser inmediata (en el caso de los impuestos) así contribuiríamos a una sociedad que da más esperando menos, creando una concepciones general de humildad.