Formar contadores para el bien común: una nueva pedagogía del pacto social ( Reflexión sobre la formación ética, tecnológica y pública del contador)
Nota
Este texto es la versión condensada y revisada de una reflexión que ha madurado a lo largo de muchos años de docencia, ejercicio profesional y diálogo con las nuevas formas del conocimiento.
Nació de una convicción: en un tiempo en que la tecnología automatiza decisiones y desplaza responsabilidades, el contador sigue siendo el fedatario de la realidad económica, el custodio de la verdad sobre la que descansa la confianza pública.
El conocimiento, cuando se une a la conciencia, no sustituye al hombre: lo engrandece.
Introducción
Esta reflexión nace de una experiencia docente dirigida a profesionales contables, concebida no solo como un espacio técnico, sino como un ejercicio de conciencia pública. El propósito fue ofrecer una visión amplia de la administración tributaria como instrumento de equilibrio entre el Estado y la sociedad, explorando el pacto fiscal como fundamento moral del deber tributario.
La tributación no puede entenderse solo como mecanismo recaudador, sino como vínculo entre el ciudadano y el bien común.
La coerción o coacción tributaria no son simples instrumentos administrativos, sino síntomas de un desequilibrio social: cuando la justicia y los servicios públicos fallan, el cumplimiento se convierte en imposición y el pacto se erosiona.
Mi experiencia durante el curso reveló una tensión característica de la profesión contable: muchos asistentes esperaban soluciones operativas y hallaban en ella una propuesta ética.
El curso, al proponer una mirada sobre el deber tributario desde su raíz ética y social, generaba en algunos de ellos desconcierto o frustración. Esta reacción no constituía un obstáculo didáctico, sino un síntoma cultural: el reflejo de una educación profesional que ha reducido la contabilidad pública a técnicas de servicio, apartándola de su función moral como garante de la fe pública.
A lo largo de los años, esta experiencia docente me permitió confirmar una idea esencial: la función contable no puede desvincularse de la estructura moral del Estado entendida como el conjunto de valores públicos que sustentan la confianza social, la justicia y la legitimidad de las instituciones, ni de las condiciones de transparencia y justicia que hacen posible la convivencia.
A partir de este marco, los acápites que siguen sistematizan las ideas fundamentales que emergieron de aquella experiencia: el diagnóstico del problema ético de la profesión, el papel del Estado en la asignación de la fe pública, las responsabilidades de las universidades, las implicancias del incumplimiento, la irrupción tecnológica y la propuesta de una nueva pedagogía del equilibrio.
Diagnóstico: el déficit ético y cívico en la formación contable
La enseñanza contable ha sido colonizada por la lógica del mercado. El contador se forma para servir al contribuyente como cliente, no a la sociedad como depositario de confianza pública. Se privilegia la técnica sobre la conciencia y la eficiencia sobre la equidad.
El resultado es un profesional competente en lo instrumental, pero débil en lo moral y cívico.
Formar contadores implica rescatar la dimensión ética del conocimiento, para que comprendan que cada registro contable es una declaración de verdad y un acto de confianza.
El deber del Estado: asignar la fe pública y garantizar su integridad
El Estado delega la fe pública a ciertas profesiones, entre ellas, la contabilidad, no como privilegio, sino como mandato de confianza.
Quien la recibe asume un deber jurídico y moral: actuar conforme al interés general y garantizar la veracidad de la información económica.
La fe pública tiene carácter obligatorio: compromete la conducta del profesional ante la ley y ante la sociedad.
Prevenciones universitarias y responsabilidad formativa
Las universidades deben preparar al futuro contador no solo en técnica, sino en conciencia jurídica, ética y cívica.
Antes de que el Estado delegue la fe pública, la universidad debe formar un juicio moral capaz de sostenerla.
La enseñanza contable requiere incorporar ética pública, filosofía del deber y administración tributaria comparada, evaluando la madurez ética de los egresados.
Implicancias del incumplimiento y sus sanciones
Cuando el contador manipula información o facilita evasión, vulnera el orden jurídico y la confianza social.
Las sanciones no deben limitarse a lo administrativo o penal: deben ser también morales e institucionales, ejercidas por universidades y colegios profesionales para preservar la dignidad del oficio.
Transformación educativa: del tecnicismo a la conciencia pública
La reforma educativa debe reintegrar el sentido público del saber contable.
El tributo debe enseñarse como expresión de convivencia, y la legitimidad fiscal como fruto de la confianza y no de la coerción.
Cada registro contable es una afirmación moral sobre la verdad económica y un acto de fe pública que sostiene el orden colectivo.
La automatización y el destino ético de la profesión
La tecnología ha transformado profundamente la práctica contable: los sistemas automatizados ya no solo registran, analizan y auditan con precisión y velocidad superiores a la humana, sino que además incorporan complejos algoritmos de evaluación, proyección y predicción financiera capaces de anticipar escenarios, identificar riesgos y formular recomendaciones que antes eran fruto del razonamiento profesional.
Esta revolución no elimina la función del contador: la eleva.
El profesional del futuro no será quien domine la técnica, la máquina lo hará mejor, sino quien comprenda el sentido ético y social del dato. El contador se convierte así en garante del significado y del propósito público de la información.
La automatización libera a la profesión de tareas mecánicas y la sitúa en el terreno de la responsabilidad moral, donde la fe pública no puede ser sustituida por algoritmos.
La educación debe formar profesionales capaces de preservar la humanidad del acto contable, su verdad y su vínculo con el pacto social.
Complicidad profesional y límites de la fe pública
La demanda de servicios contables coloca a menudo al profesional ante dilemas morales. En entornos donde la ética se subordina al interés, puede transformarse en cómplice técnico de la ilicitud.
Las normas amplias, concebidas para proteger la autonomía profesional, se convierten a veces en refugio de irresponsabilidad. Ni la decencia personal ni los códigos de ética bastan sin una conciencia del deber.
El contador no debe concebirse como prestador de servicios, sino como custodio de la verdad económica y del orden jurídico del Estado. La educación debe reforzar esa identidad, recordando que la fe pública no se vende: se honra.
El sentido del deber profesional en el pacto social
La fe pública no es un atributo técnico, sino una responsabilidad social delegada. La ética profesional no se mide por la habilidad para reducir impuestos, sino por la capacidad de servir al bien común.
El contador es un agente del equilibrio social, garante de confianza y transparencia.
Propuesta: una pedagogía del equilibrio
La formación contable debe pasar de un enfoque técnico y procedimental a uno ético, institucional y reflexivo. Debe priorizar el compromiso con la sociedad, la interpretación de la realidad económica y la comprensión de la fe pública como deber moral y mandato estatal.
Esta pedagogía del equilibrio devuelve humanidad a la técnica y reubica al profesional en el centro del pacto fiscal. En una época en que la automatización sustituye tareas, el verdadero valor del contador será su conciencia del deber público y su contribución a la reconstrucción moral del orden económico.
Epílogo: el legado moral de la profesión
Setenta años de experiencia me enseñaron que detrás de cada número hay una historia humana, detrás de cada registro, una promesa, y detrás de cada balance, un juicio sobre la convivencia.
El sentido de nuestra tarea no está en la velocidad del cálculo, sino en la fidelidad a la verdad. El contador no es escriba de cifras, sino testigo del equilibrio: aquel que recuerda que la justicia también se mide en cuentas claras.
Vendrán tiempos más veloces y automatizados, pero mientras exista un ser humano capaz de preguntarse si lo que hace es justo, la contaduría seguirá siendo una forma de esperanza.
Nada de lo que somos permanece si no está fundado en la verdad y el respeto.
Las técnicas cambian; lo que no cambia es el deber de convivir.
La contabilidad, como la vida, busca equilibrio, y ese equilibrio, más que una suma exacta, es una forma de dignidad.
Si este trabajo ayuda a que un nuevo contador entienda que su firma representa la confianza de todos, habrá cumplido su propósito. Porque el futuro no pertenece a la tecnología, sino a la conciencia.
Y mientras haya conciencia, la humanidad seguirá teniendo saldo a favor.
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