La crisis sistémica mundial y el sistema tributario

Algunas reflexiones

blog-La crisis sistémica mundial y el sistema tributario1. INTRODUCCIÓN. Los análisis sobre las causas de la crisis económica internacional que, convencionalmente, sitúan sus orígenes en el año 2007, suelen caracterizarla como una crisis financiera y, de hecho, establecen su punto de partida (quizás por la necesidad que tienen los hombres de identificar con precisión los hechos históricos) en la problemática de las hipotecas “subprime” americanas.

Desde esta perspectiva financiera, adquiere todo su sentido la consideración general de que, por un lado, la crisis no ha afectado excesivamente a las economías (eufemísticamente conocidas como “emergentes”) donde el lado financiero de las mismas no superaba ni en cantidad ni en relevancia a la economía real (se ha llegado a decir que sólo  en materia de derivados se multiplicaba en 600 veces el PIB mundial) y que la solución de la crisis debería basarse en una reducción generalizada del endeudamiento, tanto privado como público.

De todas formas, cuando uno trata de estudiar los orígenes de una crisis económica tan relevante como la padecemos, sin duda, la más significativa desde la Depresión de 1929 (alguna doctrina la conoce como Depresión 2.0), cabe prever que, dentro de pocos años, las discrepancias acerca de las causas de la misma serán tan significativas como las que todavía hoy, en 2013, se desarrollan respecto al origen de los acontecimientos de la Gran Depresión de 1929.

2. EL SISTEMA TRIBUTARIO MUNDIAL.

Ahora bien, en todas estas reflexiones parece como si el sistema tributario no hubiese tenido ningún efecto, ni para bien ni para mal, en el desarrollo de la crisis, como si la estructura, composición y distribución de las cargas tributarias en las diferentes economías mundiales no tuviese efecto alguno en la crisis económica.

Sin embargo, a la hora de plantearse la “solución” a la crisis económica, resulta, por un lado, como si los tributos fueran gran parte de la respuesta, especialmente, en aquellas propuestas neo-keynesianas que tuvieron su momento de gloria en los paquetes de recuperación económica del bienio 2008-2009 y donde las reducciones tributarias y la expansión de los gastos tributarios (“gastos fiscales” o “tax expenditures” en la terminología internacional) se convirtieron en las protagonistas.

Incluso, ahora, cuando el liderazgo de las Políticas de recuperación (sic) se centra, en aquellos Estados necesitados de las mismas (fundamentalmente, los europeos, Japón y Norteamérica, si aceptamos la tesis de la “decoupling”, en boga en algunas instituciones iberoamericanas), bien en las políticas de ajuste duro vía reducción de déficits y endeudamiento públicos (postura alemana, prevalente en la mayoría de los Estados miembros de la Unión Europea), bien en las tesis de expansión monetaria (preferidas en USA, el llamado “quantitative easing”), actuaciones mediante correcciones en los sistemas tributarios, fundamentalmente, incrementos de la recaudación a través de elevaciones en las alícuotas de gravamen del IVA, introducción de nuevos gravámenes, reforzamiento de la lucha contra el fraude fiscal, etc., están presentes siempre presentes; por lo tanto, la fiscalidad sí importa para “salir” de la crisis.

Sin embargo, creemos que el sistema tributario mundial sí tiene algo que decir sobre los orígenes de la crisis sistémica y que deberíamos, lógicamente, preocuparnos de refundar o, sencillamente, establecer algún tipo de modelo tributario (y de gestión del mismo) que redujera al mínimo las posibilidades de crisis recurrentes en la economía mundial con las dañinas consecuencias, verbigracia, en términos de empleo, que las mismas producen.

Algunos podrían, en principio, negar la mayor, es decir, la propia existencia de tal “sistema tributario mundial”, al afirmar que la soberanía de los Estados nacionales sigue siendo la característica fundamental en materia de tributación y que, por lo tanto, no hay siquiera tendencias universales en materia de fiscalidad, pues cada nación, país o territorio establece el esquema fiscal que más conviene a sus intereses o, mejor dicho, a los intereses de los grupos en el poder.

Y, ciertamente, no podemos estar más de acuerdo con tal planteamiento y, precisamente, es la ausencia de tal “sistema tributario mundial”, en el sentido de un elenco articulado de tributos y de aplicación de los mismos, regulado por unos principios tributarios comunes y al servicio de determinados objetivos, lo que resulta ser la primera constatación de que el sistema fiscal o, mejor dicho, la ausencia del mismo, constituye una de las causas de la crisis sistémica internacional.

En un contexto de creciente globalización económica, social y cultural, donde las bases imponibles e, incluso, las personas (cualificadas o no) se mueven libremente a la búsqueda de recursos y oportunidades, resulta que no hay armonía entre los tributos nacionales, sino una competencia desaforada, apareciendo “free riders”( paraísos fiscales y regímenes de baja tributación) que se aprovechan de la libre circulación de factores productivos y de esta competencia fiscal dañina, para detraer sin coste alguno recursos productivos y capital humano de otros Estados, vía reducción de impuestos, lo que fuerza, a su vez, a los Estados nacionales a minorar sus recaudaciones, en una competencia a la baja (“race to the bottom”).

Al final, se ha producido un elenco de sistemas tributarios nacionales descoordinados, de baja capacidad recaudatoria, escasa flexibilidad y enormemente complejos que potencian los costes indirectos para los ciudadanos y empresarios e incrementan la presión tributaria sobre determinadas actividades, permitiendo la huida de factores móviles.

Tal competencia internacional, además, conlleva una creciente inestabilidad que ha agudizado la inestabilidad de los mercados y su volatilidad; sin duda, uno de los fenómenos que está detrás de la crisis financiera internacional.

Asimismo, dado que el capital financiero fue el primero en  internacionalizarse y en el que más se ha desarrollado la ingeniería financiera, la expansión internacional (con su concentración en algunos mercados, tipo City de Londres) y el uso de las omnipresentes TIC (tecnologías de la información y las comunicaciones), resulta que la tributación de las operaciones, instituciones e instrumentos financieros no ha sido capaz de “internacionalizarse”, por lo que se ha facilitado esta ingeniería financiera y los fenómenos de arbitraje y desimposición mediante operaciones financieras alambicadas (generalmente, con el uso de instrumentos financieros híbridos y compuestos); lo cual, a su vez, ha coadyuvado al desarrollo de productos financieros sin sustancia económica alguna, salvo la componente fiscal, complejos e incontrolados, causantes directos de la “burbuja financiera”.

Por si esto fuera poco, los “free riders”, no sólo han dañado la capacidad de los Estados nacionales para generar un sistema tributario suficiente y autónomo que pudiera responder automáticamente a la crisis, sino que han provocado auténticas “economías externas negativas” a nivel mundial, al servicio de mafias y colectivos limitados, que no han sabido (o querido) atajarse.

Algunos conocen tal circunstancia como la existencia de “agujeros negros” en la economía mundial, ya que la evasión fiscal internacional va unida a fenómenos delictivos, cuyo ejemplo paradigmático es el blanqueo de capitales.

En otro orden de cosas, el sistema tributario ha facilitado el endeudamiento privado, porque ha sido incapaz, por un lado, de alterar su visión tradicional de las relaciones entre  interés y dividendo, constituyendo la primera partida un gasto deducible y la segunda no, además de que la problemática de los dividendos, a partir de una crítica errónea de la llamada “doble imposición de dividendos” (¿existe, de verdad?, ¿es mala su existencia?), carece de solución unánime en la práctica y la doctrina internacionales, lo cual ha coadyuvado, nuevamente, a la planificación fiscal internacional.

El fracaso de los sistemas de “capitalización delgada”, no ha hecho sino favorecer, por un lado, el endeudamiento excesivo de personas y empresas; por otra parte, la aparición de productos financieros innecesarios, la potenciación de la compra a crédito de bienes de consumo duradero (presente en las “burbujas inmobiliarias”) y, por enésima vez, la huida hacia los auténticos “depredadores” del sistema mundial que son los “paraísos fiscales”.

En suma, hemos construido un sistema tributario inconexo, favorecedor de las burbujas y de la propia creación de todo tipo de planificaciones fiscales agresivas o de evasión fiscal pura y dura.

Por si esto fuera poco, la reducción, forzada o real, de la carga tributaria sobre el sistema financiero y las rentas del capital móviles han  coadyuvado, siquiera indirectamente, a gravar relativamente más el trabajo, haciendo “cara”, desde el punto de vista fiscal, la actividad productiva humana e interesando, aun en términos de coste comparativo, incentivar la capitalización de los procesos productivos y minorar la demanda de mano de obra, favoreciendo el desempleo, a la vez que disminuíamos los incentivos al esfuerzo y el ahora llamado “espíritu empresarial”.

Por el contrario, hemos impulsado la desfiscalización del sistema financiero y de sus “creaciones”, absurdas y faltas de motivo económico válido en muchas ocasiones.

Como, además, se nos ha “olvidado” que el sistema tributario ha de ser equitativo, tanto horizontal como verticalmente, hemos favorecido (con el argumento, entre otros, de que si no lo hacíamos, se nos iban las rentas y patrimonios al extranjero) un sistema tributario injusto, eliminando prácticamente los gravámenes progresivos sobre la renta y la riqueza.

Asimismo, se nos había “olvidado” que algunos de los gravámenes sobre la riqueza, al recaer en bases fijas, no depender mucho del ciclo económico (Sucesiones y herencias) y permitir elementos de control de la renta y las transacciones, conllevaban recursos que, en época de crisis económica, no tenían un carácter coyuntural y, en consecuencia, eran anti  cíclicos.

Hemos socavado, en consecuencia, el componente legitimador y democrático de los sistemas tributarios y hemos favorecido a los “piratas” de paraísos fiscales y demás.
¿Alguien puede argumentar, por lo tanto, que el sistema tributario “no ha tenido nada que ver con la crisis sistémica internacional”?.

Podríamos seguir profundizando en el asunto, pero la redacción del  “blog” invita, como diría el maestro Gracíán, a cumplir aquello de “más valen quintaesencias que zeugmas”.

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4 comentarios

  1. Eduardo Manrique Arce Respuesta

    Qué interesante tu post Domingo.

    La primera impresión que comparto es que el modelo político que más estaba llamado a lograr la integración de los sistemas tributarios – luego de integrar mercados de bienes, de trabajo, de servicios financieros…y la moneda unica (!)-, Europa, no pueda seguir liderando en el esfuerzo por las emergencias – y los retrocesos consiguientes – de la crisis del Euro.

    Sin modelos como Europa, o con modelos así pero en crisis, lograr diseños tributarios convergentes entre distintos paises se ve más como un deseo («wishful thinking») que como un objetivo («goal»).

    Eduardo

  2. Teresa Respuesta

    Me parece muy interesante tu reflexión, desde Argentina observo que las administraciones tributarias en sus distintos niveles están aletargadas frente al dinamismo que impone la crisis económica mundial.

    Si observamos el accionar sobre:
    • Las Aduanas, advertimos que desde nuestra disciplina específica no se han tomado las medidas necesarias para transformar las aduanas que se manejan con las viejas conductas del (a lo sumo) esquema de sustitución de importaciones originado por la quiebra del mercado mundial durante la crisis del ’30 y profundizado en la segunda guerra.
    • El territorio, las administraciones tributarias de la región siguen sin mirar el territorio, y por ende los recursos naturales. La falta de integración del aspecto territorial como relevante en la consideración integral del contribuyente evidencian no comprender el contexto en el que se desenvuelven las economías de América Latina y su potencial impacto fiscal.
    • El lavado de dinero, las administraciones aún no se involucran de lleno en este problema. El increíble incremento de la liquidez y la (des)regulación de los sistemas financieros nos está dejando sin combate contra la elusión, la evasión, el fraude y la mora.
    • La inflación, esta cuestión que afecta particularmente a algunos países no es tomada por las administraciones tributarias, ya que las mismas por un lado festejan la indexación de los valores recaudados y por otro muestran indiferencia cundo se opera de la misma manera ante situaciones distintas, ya que sabemos las profundas distorsiones que introduce la inflación en el tratamiento de los distintos impuestos entre los formadores de precio (mercados oligopólicos), los pequeños y medianos contribuyentes y sobre todo en los consumidores que dependen de un ingreso fijo.
    • El mercado de trabajo, la precariedad, la tercerización y el trabajo no registrado explican en la región más de un tercio del mercado total. La falta de percepción de las tasas, cargas y contribuciones correspondientes atentan no solo contra el sentido de las Administraciones Tributarias sino contra la Seguridad Social y en última instancia contra la dignidad humana

    Con esto quiero expresar que en el marco de una crisis mundial de la que no se vislumbra un final a corto plazo, el rol de las administraciones tributarias debe cambiar, debemos comenzar a transformarnos y abordar las temáticas señaladas tanto en su planificación estratégica como en el día a día y dejar de lado esa característica exitista que nos ha inundado por la mera obtención de resultados nominales.

  3. María Eugenia Lodis Respuesta

    En Venezuela, se eliminaron los desgravamenes del impuesto sobre la renta y se creo un desgravamen único hace aprox. 10 años. Por supuesto, tal desgravamen actualmente no significa nada en comparación con la inflación que tiene Venezuela. Ese es uno de los aspectos que evita que tal impuesto se proporcional y nada equitativo, pues realmente incide en el debil jurídico.
    Saludos.

  4. Luisa Herreño Mateus - Daniela Sánchez Rincón Respuesta

    En Colombia, la crisis tributaria presente en nuestro país es debido a una cantidad de reformas que en lugar de solventar, la aumentan ocasionando un problema dentro de la sociedad ya que al momento de ser aplicada por sus individuos estos se encuentran en desventaja respecto a otros, es decir; aumentando los impuestos a las personas con capital bajo o aquellos de menores ingresos o recursos a diferencia de quienes sus ingresos son de mayor magnitud pues estas resultan beneficiandolos y no son sometidos de igual manera a un pago de impuestos que aportarían de una manera más notoria y útiles.
    Por otro lado en Colombia ocurrió la limitación de la industria petrólera que obligó a la economía del país a su decremento mientras que por otro lado las empresas pequeñas y privadas evitaban sus endeudamientos.
    La reforma tributaria propuesta por el presidente Duque supone un beneficio para los más débiles pero de esa manera, el cómo máxima autoridad administrativa no está siendo coherente y regulando de manera adecuada la redistribución de los recursos de manera que la nación asumirá gastos de una manera muy radical y demasiado acelerada para un país que no ha salido de una crisis, que tiene un índice de desempleo cada vez más alto y que solo apenas iniciaba a estabilizarse.

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