Una historia de vampiros (ii)
O una pesadilla llamada Bitcoin
Una búsqueda en la Internet de la palabra “Bitcoin” realizada al escribir este post resultó en 31 millones de entradas en Google y diez millones en Bing. La búsqueda de noticias relacionadas reportará artículos en los periódicos y sitios de noticias de muchísimos lugares del mundo. Tal vez el título del artículo de Le Monde resume perfectamente el frenesí que existe al respecto: Bitcoin, la moneda electrónica que fascina y asusta (Le bitcoin, la e-monnaie qui fascine et affole). Ese frenesí puede ser explicado en parte por su valor de cambio de 22 dólares en febrero, a rondar los 1000 dólares en diciembre del mismo año. Al momento de escribir este artículo la cotización era de 895, el valor alto del día había sido 980 y el bajo 744.
Fascinación o pesadilla, lo que es claro, es que, al menos por ahora, Bitcoin existe. Es real. El primer cajero automático en el que se puede cambiar por moneda real, ubicado en una cafetería en Vancouver, Canadá, y puesto en operación el 29 de octubre, se utilizó según noticia para operar un equivalente a cien mil dólares canadienses solo durante la primera semana de operación.
Pero ¿exactamente qué es? En términos sencillos es una moneda digital cifrada soportada por algoritmos muy complejos. Imagine por un momento que se trata de una cuenta de banco a la que se accede por Internet con cuyo saldo usted puede comprar cosas, o hacer transferencias. Ahora piense que el banco no existe, y que en su lugar existe una red, desplegada por el mundo que administra colectivamente todas las transacciones. En lugar de un tercero confiable, hay una red de iguales. Piense por un momento que es como si todos los clientes de un banco tuvieran en sus propias computadoras todas las transacciones y todos los saldos de todas las cuentas. El tercero ya no parecería necesario. Claro que al realizar una transacción, que debe ser ejecutada de manera colectiva por la red y no por un nodo centralizado obliga a que cualquier transacción requiera para completarse 10 minutos, esto a diferencia de los sistemas centralizados en que típicamente una transacción puede tomar unos pocos segundos.
Para tener una cuenta, se requiere crear un par de claves públicas y privadas que son únicas. La clave pública que es conocida libremente es la dirección de la cuenta que tiene su saldo de bitcoins, para acceder a la cuenta y poder utilizar su saldo, se requiere la clave privada. Sin la clave privada no se puede acceder a la cuenta. Si por cualquier razón una persona la pierde, simplemente perderá su dinero. No hay tercero a quien reportar la pérdida. Las direcciones de bitcoin pueden ser mantenidas en una billetera electrónica de bitcoins. Para llenar la billetera solo necesita adquirir algunos bitcoins que serán depositados en la dirección pública en algún servicio de casa de cambio. Otra forma es recibir transferencias desde otras direcciones en virtud de, por ejemplo, venta de bienes o prestación de servicios.
Todas las transacciones de una dirección y su saldo es público y visible para todos. La bitácora de transacciones global llamada “block chain” permite confirmar que quien transfiere los fondos realmente los tiene y que estos saldos no sean gastados más de una vez. La existencia de esta bitácora puede inducirnos a pensar que esta trazabilidad es tal que permitiría identificar fácilmente a los participantes en todas las transacciones y lo que ocurre con el dinero una vez recibido. Sin embargo, como cada beneficiario puede crear una nueva dirección para cada operación y como no es necesario identificar a quien gasta, la probabilidad de mantener anonimidad en las transacciones es relativamente alta. Para recibir los fondos, la parte receptora, debe utilizar su clave privada para firmar el mensaje.
La cantidad total de Bitcoins que pueden entrar en circulación no es, como se podría erróneamente pensar, infinita. El número que se alcanzará es 21 millones, y se logrará cerca del año 2140. 21 millones de unidades monetarias no parecen muchas, pero si se toma en cuenta que cada bitcoin se puede fraccionar en satoshis (cien millones de partes por unidad), el número total de fracciones es enorme. Una consecuencia del número limitado y relativamente bajo de unidades posibles supone que no se devaluará fácilmente. Se podría decir que se parece un poco al oro o las piedras preciosas en cuanto hay que encontrarlas y extraerlas, pero en lugar de mineros que excavan en la tierra, hay mineros deben resolver algoritmos muy complejos. En lugar de obtener un diamante como recompensa por su trabajo de minería, estos mineros obtienen bitcoins.
Su utilización como medio para tranzar operaciones de compra y venta ganó espacio en los medios por haber sido una forma de pago utilizada en Silk Road, un sitio en Internet en el que se vendía sustancias ilegales. Supuestamente el atractivo de la relativa anonimidad es un incentivo para ese tipo de utilización. Y sin duda, por la misma razón, puede ser un medio apetecible para quienes pretendan evadir impuestos u otras regulaciones tributarias. Las operaciones con Bitcoins pueden ser utilizadas para transacciones de comercio legales, como pedir una pizza, o de las otras; para transferir efectivamente fondos de un lugar a otro, sea por simplemente reducir los costos de transferencia o por, por ejemplo, eludir un control de cambio o un impuesto de salida de divisas; o como una inversión, que para alguien podía haber generado cerca de 50 veces en un año, pero que podría volatilizarse también de manera muy violenta, incluso como reacción al anuncio de un país sobre invalidar las transacciones.
Para las administraciones tributarias, en mi opinión, se abren una serie de cuestiones(1) que deben ser analizadas. La primera de ellas es cómo debe tratar a Bitcoin: ¿como un recurso explotable? ¿como un “commodity”? ¿como un activo? ¿como un instrumento de inversión? ¿como una moneda extranjera? ¿como trueque?. Dependiendo de su tratamiento, la situación impositiva puede ser muy distinta y las transacciones tener implicaciones en materia de impuestos sobre divisas, sobre el impuesto sobre las ganancias, y sobre impuestos patrimoniales. La segunda pregunta, por qué no preguntarse, es si se aceptaría bitcoins como medio de pago de tributos. La tercera, y más importante, es cuáles son las estrategias de control que se necesitan desarrollar.
Saludos, suerte y feliz 2014
1,388 total views, 1 views today